¿Mansos o Rebeldes Contra el Mal?

Manso significa no tener sentimientos de ira. 

Rebelde quiere decir oponerse a algo desobedeciendo o desafiando.

Ser mansos contra el mal conlleva sumisión a este, lo cual podría considerarse como una forma de consentirlo, y de esa manera parecer que somos cómplices del mal. Pero por otro lado, el manso no sufre porque no siente ira ni dolor, ya que acepta todo lo que le viene. Por lo tanto, el manso vive en paz y es feliz.

Ser rebeldes contra el mal conlleva ira frente a este. La ira es la semilla de la violencia, y la violencia es mal. Por tanto, la rebeldía nos lleva al mal, y como es lógico no se puede combatir el mal con más mal, porque entonces estaría aumentando. El dicho "la violencia engendra más violencia" lo deja bien claro. Por otra parte, el sentimiento de rebeldía y todos los que le acompañan, como son la ira, la culpa y la venganza, causan enorme sufrimiento al rebelde, provocándonos tristeza, angustia, frustración, impotencia, remordimiento, ansiedad y depresión, no pudiendo vivir en paz y, por tanto, convirtiéndonos en infelices.

Con este análisis queda claro que rebelarse contra el mal, además de provocar un mal mayor, genera infelicidad. Y, por el contrario, ser mansos contra el mal no produce más mal y genera felicidad.

Así la pregunta "¿mansos o rebeldes contra el mal?" se transforma en "¿vivir felices o infelices?". Tú eliges.

¿Y si solo somos rebeldes moderados? ¿Rebeldes pero no ejercer la violencia podría luchar contra el mal sin aumentarlo? Por ejemplo, podríamos limitarnos a desobedecer las normas injustas, pero esto haría que nos castigaran, y eso supondría un aumento del mal. Por otra parte, aunque no usemos la violencia, el simple hecho de rebelarse entraña al menos ira y culpa, lo cual nos aleja de la paz. Y esto ocurre incluso aunque solo nos limitemos a manifestar pacíficamente nuestro desacuerdo con el mal. El más mínimo deseo de rebelión es suficiente para generarnos infelicidad, pues toda rebelión nos provoca ira.

Por tanto, la rebelión moderada también produce resultados negativos.

De todo esto deducimos que la aceptación de todos los males es la única vía a la felicidad.

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